En la actualidad somos constantemente bombardeados por los medios de comunicación con noticias sobre hechos y acciones muy violentas cuyos protagonistas son menores de edad en diversos ámbitos ( escolar, calle, Internet, familiar,...). Se ha creado una importante alarma social que ha provocado el cuestionamiento de las diversas normas penales e incluso del sistema educativo actual.
Vamos a intentar profundizar un poco más a modo de exposición en las diferentes formas de violencia e intentar reflexionar un poco sobre las medidas que podemos adoptar tanto para prevenir como para paliar.
El debate me gustaría comenzarlo con un planteamiento: ¿Existe una violencia juvenil o sólo se trata de violencia?

lunes, 29 de noviembre de 2010

SOBRE LA VIOLENCIA Y UNA LISTA DE TIPOS

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua dá una definición del término violencia en cuatro acepciones que de poco sirve para este blog y creo que para lo que tenemos entendido que es la violencia. La define como: "cualidad de violento/acción y efecto de violentar o violentarse/acción violenta o contra el natural modo de proceder/acción de violar a una mujer"
Es muy dificil dar una definición  general de violencia, porque hay muchas matizaciones, y ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo. Lo que si son observables y bastate identificables una serie de actos que permiten encuadrar la violencia en distintos grupos o en distintos escenarios, o en distintos actores. Así por ejemplo, en la introducción os preguntaba que si pensais en la violencia juvenil como un tipo de violencia dentro de un tipo general de violencia. Hay autores que así la denominan y otros que lo niegan en rotundo ¿nos afecta en realidad esta precisión a la hora de hablar de la violencia en adolescentes? Pues a nosotros para la exposición nos basta saber que hay violencia, del ser humano, de grupos, de naciones, contra uno mismo, maltrato en el hogar, matonismo escolar o acoso escolar, violencia territorial en la urbe, violencia desde las pantallas, en las lecturas. las ciudades en las que vivimos son agresivas, inhumanas. El rey de la selva es el vehículo motor. Con estos antecedentes, el joven no se puede considerar emisor de violencia, sino el receptor (maltratar a menores, generar conductas disociales por parte de padres que no son maltratadores pero que fracasan en la educación de sus hijos o padres que no educan con coherencia). Considerando que la violencia no está en los genes, que se aprende, podemos tener una visión un poco más positiva de como intervenir como educadores ante esos  hechos negativos  que nos paralizan y devoran, con los que nos sentimos tan impotentes y que crean alarma social. Si bien es cierto, que la violencia de menores ha crecido, y ha crecido por ejemplo la violencia hacia los padres o el acoso escolar.
No pretendiendo dar una enumeración exahustiva sobre las formas en  que se manifiesta la violencia de menores, señalaré algunas de ellas:
  • Violencia de grupo.
  • Violencia intrafamiliar.
  • Violencia machista.
  • Violencia racista.
  • Acoso escolar.
  • Violencia contra profesores.   
Algunos jóvenes se convierten en auténticos depredadores en la escuela y en la calle. En gran medida educamos a nuestros niños en la violencia contra los seres humanos, contra la narutaleza. En muchas casas al hijo se le alecciona así: "Si un niño te pega una bofetada, tú le pegas dos". Y hay que añadir a eso la influencia  de la violencia en series de televisión, dibujos animados y videojuegos, una violencia gratuita y sin consecuencias, donde gana el bueno, el que más mata, el guapo con el que el niño se identifica, revistas donde se mezclan sexo y violencia, donde se transmite el peligroso criterio de que cuando la mujer dice no, quiere decir sí. Evidentemente, se influye muy negativamente sobre  los niños, se banaliza la violencia, es una presión muy fuerte que ejerce influencia.

La vacuna contra la delincuencia infantil es prevención, amor, salud psicológica-social, como sentenció Pitágoras: "Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres".

SOBRE EL ESPÍRITU DE LA LEY DE RESPONSABILIDAD PENAL DEL MENOR 5/2000 Y DE COMO PUEDE AFECTAR A LOS EDUCADORES

Esta ley establece medidas alternativas donde se implica la comunidad y se repara a la víctima. Configura una regulación completa de la responsabilidad penal y pone fin a una situación preconstitucional incompatible con las debidas garantías de todo enjuiciamiento penal.
Su filosofía es educativa y socializadora. implica a la sociedad y en alguna medida a los perjudicados y víctimas. Cuenta con un ámplio abanico de medidas no restrictivas de libertad y de tipología de centros de internamiento. Equilibra las garantías jurídicas con las características personales. Compromete de manera matizada que padres y tutores respondan solidariamente de los menores a su cargo, lo que resulta preventivo para el futuro y socialmente aplaudido.
La única forma operativa de interpretar la delincuencia es entenderla como un proceso evolutivo en el que interrelacionan múltiples factores tanto personales como ambientales que se asientan sobre otross anteriores que conforman la historia del sujeto. Es desde el criterio de que la conducta disocial ha sido aprendida y que la etiología se concreta en un proceso de socialización erróneo o inadecuado como podemos arrinconar conceptos de patología o anormalidad y acentuar una más ámplia educación sin perder de vista la terapia.
Los niños y jóvenes son personas con derechos y deberes, les exigimos una responsabilidad y voluntad en evolución, pero siempre priorizando los derechos de los niños sobre los de los padres e instituciones. No se puede exigir responsabilidad si antes no han existido modelos que hayan permitido su aprendizaje e interiorización. Hemos de velar especialmente por el interés del menor como contrapunto a la reparación del daño causado, hemos de primar la respuesta psicoeducativa como antónimo de la penalizadora-vindicativa. se ha de incentivar la prevención como sistema de protección.
la situación, cuando llega a los juzgados de Menores, suele ser de tan intensa gravedad que no cabe otra solución inicial que el internamiento en un centro de reforma, una vez juzgado y condenado por el juez.Es una forma de poner freno a una posible generalización de esas conductas, la sociedad se defiende de esas actuaciones.No debemos olvidar que se treta de un internamiento en centro de reforma que tenemos que entenderlo como un centro donde se procurará la modificación de conducta, la reeducación, que es el espíritu no sólo de esta Ley sino de todo el Código Penal y Leyes que lo acompañan. Por eso, aunque hay un fuerte debate de moda sobre si cambiar la ley y volver a implantar una
especie de "cadena perpetua" aunque se le ponga como adjetivo "revisable", jamás se puede referir a menores porque estaríamos vulnerando todos los derechos de protección de los mismos, aún siendo conscientes de la gravedad de los delitos para los que se piden dichas penas.
La Ley Orgánica 5/2000 de Responsabilidad Penal del Menor recoge otras medidas como la asistencia a un centro de día: el menor reside en su domicilio habitual y acude a un centro plenamente integrado en la comunidad, a realizar actividades de apoyo, educativas, formativas, laborales o de ocio.
Otra posible medida a imponer es la permanencia de fin de semana, bien en su domicilio o en un centro, hasta un máximo de treinta y seis horas.
El internamiento en centro es el paso previo para una terapia profunda y dilatada, donde reequilibrar su comportamiento y percepción del mismo, actitud hacia los otros, etc.
El conjunto de síntomas, factores de riesgo y curso en la infancia y adolescencia demuestran que no es suficiente centrarse solamente en el niño, hay que intervenir en la estructura niño-familia-contexto, desde una perspectiva global e integradora.
Los profesionales han de estar concienciados de su obligación de no ser asépticos y neutros, sino de intervenir en defensa de los más débiles, los niños, denunciando todo lo que atente a su maduración.
Para trabajar con jóvenes en conflícto y/o riesgo social, hace falta vocación que supone tanto preparación científica como verdadero interés y cariño hacia la labor que se realiza.